lunes, 5 de diciembre de 2016

Cosquillas.

Prueba a llamar a la puerta. 
Nadie abre,
pero era urgente que sólo yo tuviera la llave
a pesar del margen de error
¿No?
Nadie contesta si no alzo la voz
pero es mi silencio y lo rompo si quiero.
¿será que sólo solos somos nosotros?
Será, no sé; 
he mudado la piel.

Invadía todo el espacio, 
parecía hacer una obra de arte
de este desastre emocional.
Pero siempre he odiado los finales felices
y mi propio libro no se salva de ello.
Con lo que detesto no tener el control
me las he arreglado para dejar el timón 
en manos de un pirata.
Lo he soltado, sin pensar,
-virtud que no dejo de desarrollar últimamente-
y el barco se ha dirigido
al puto ojo del huracán. 
Y no puedo más que observar;
soy yo quien conduce.

Lo que reprimimos tiende a explotar,
y nunca sabes quién va a salir ardiendo.

Aun así voy por buen camino;
tambaleándome,
sin ver,
pero hago lo que puedo.
Ojalá mecanizarme también,
es menos agotador que recoger pedazos
a cada paso,
    a cada paso,
        a cada paso.
A pesar de todo(s) merece la pena. 
Como afirmación.

Postdata:
Ya verás 
-y veréis-
como no somos tan distintos.
El viento, aunque incomode,
sopla las alas de todos los pájaros
y tú y yo,
al fin y al cabo,
somos dos más.

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