domingo, 30 de marzo de 2014

Detalles.

Me dedico a confeccionar cartas que, aunque parecen enmarañadas, están hechas despacito y con esmero, por si acaso cayesen en la desgracia de cobrar sentido para alguien que no sea su destinatario. Y a veces dibujo en ellas las líneas de mi voz, o la acompaño de un retrato de mis gestos, para que la lectura provoque emociones distintas.
Tratan de cómo caminar bajo la luna y ni siquiera fijarse en ella. De no atender al estridente vagón de metro cuando hace su llegada triunfal al andén. De apenas darse cuenta de que le hemos robado una hora a la noche para regalársela al día. Porque al bajarse el inexistente telón, la primera mirada que se busca es la más franca, como la playa donde las olas comenzaron a moldear nuestra vereda. 
Las carreteras que me recorren de la cabeza a los pies, ayer congestionadas de tráfico tormentoso, hoy están libres de réplicas airadas y de angustiosa contaminación. Porque esta noche sólo las besa una delicada brisa, que susurra anhelos que crecen enredados, juntos. Y se me ocurren mil maneras de recorrerlas ahora que están vacías de emociones envenenadas -y sé, y sabes, que comenzaríamos por la ruta que nos llevase a la bella Florencia-. Con la música a todo volumen, o con el silencio más puro. Qué más da, la compañía que deseo ya hace suficiente ruido. Y qué bonito suena.
 Los ojos de azuladas pestañas soñarán esta noche con despertarse en una habitación distinta, junto a otro cuerpo. Y si no ocurre, esta mano que escribe sin descanso y enumera  tantos motivos de inspiración, se dedicará a escuchar canciones que iluminen casi tanto como los paseos hasta el portal. 
Pero sobre todo, nunca dejaré de escribirte.

jueves, 27 de marzo de 2014

De tu mano.

Un encuentro atravesado
en dos rostros
poco cuerdos.
Locos de atar
cabos sueltos
que duelen,
que curan;
de amar.
Una alfombra
de recuerdos,
un "donde sea,
pero contigo".
Y ser eternos.
O que mañana
ya no sea 
-para ti-
la más bonita de Madrid,
y aún me quieras.
Leerte la mirada.
Y que nadie te bese por mi.
Que nadie te componga
letras meditadas,
al azar,
sin sentido,
coherentes.
Que estemos
equivocadamente acertados,
riendo de todo
y de nada.
Recitarte caricias
al oído,
besarte
catorce veces,
y perder la cuenta
para empezar de nuevo.
Y por qué no
buscarte,
o buscarnos,
hidratados
en exceso.
Si me nombras
prometo
aterrizar en ti,
en tu humo,
en mi suerte.
Hasta entonces
cierra los ojos, 
saborea tu sed.
Que esta vez
entiendas
que verte,
escucharte,
o tocarte
significa más
que una noche estrellada
que predice un cielo azul.

lunes, 24 de marzo de 2014

Los de siempre.

Los viajes revelan que hay personas que van y vienen, otras que vienen y nunca se van, y algunas que ya no vienen porque eligieron irse. Y en mi caso los vaivenes rara vez son producto de mi propia voluntad, porque por desgracia hay muchos motivos que pueden empujar a cualquiera a abrazar la distancia, en términos espaciales y emocionales. Sin embargo hay situaciones en las que es mejor así; se agradece que se rompa un vínculo, es necesario. En otras ocasiones puede perseguirnos el fantasma de algo que nos complacía y se esfumó irremediablemente.

Hoy sé cuantas veces atraqué mi velero en muelles equivocados, y por ello me agrada saber también que en el puerto por el que me gusta pasear puedo contar con los dedos de la mano los buques de acero de los que dispongo para salir a altamar cuando así lo desee, sabiendo que comenzaron siendo modestos barquitos de pesca. Y aunque jamás cerraré las puertas a nadie que quiera ser parte de vivencias gratas, soy consciente de que poseo monedas tanto de reluciente oro como de peligroso cristal.

El oro es codiciado, es auténtico, perdura, y cierto es que puede sacarte de más de un aprieto. El cristal en cambio es traicionero, corta si no eres precavido, y puede quebrarse en cualquier momento. Yo no necesito bañarme en oro, ni deseo nadar en un océano de cristales. Sólo espero seguir siendo capaz de diferenciar en qué morada puedo refugiarme si me siento herida, independientemente de su fachada. Y ahora agradezco tener a esos cuatro gatos a mi lado de forma incondicional, porque aunque algunos vistan con frecuencia un disfraz, sé que se lo quitarían si les pidiera ayuda, debido a -o a pesar de- todo lo que hemos compartido.


Con kilómetros de por medio o sin ellos, la fortuna me ha acompañado en este aspecto. Los individuos más humanos, en el mejor sentido de la palabra, clavaron su bandera en el campo de la lealtad. Y con el corazón en la mano declaro que siempre que deambulemos por la misma senda, la fidelidad y el aprecio serán recíprocos.

lunes, 17 de marzo de 2014

Seguir encontrándonos.

Una breve escapada de esas que astillan el corazón al regresar, tan necesaria como la brisa en verano. Desaparecimos en medio de la nada, con la cabeza vacía de preocupaciones. Nos perdimos en nosotros, nos encontramos para no dudar. Sentados frente a un fuego que conjuntaba a la perfección con el helado atardecer, abrimos huecos entre las conversaciones que iban y venían para imaginarnos el futuro en voz baja. Las llamas perdían fuerza mientras nos la daban a nosotros, y compartimos el colchón para enredarnos, para confundirnos, para recorrernos con la mirada. Me vestí con tu piel y busqué tu calor sin querer cuando la noche se asentó tras las ventanas. Te rastreé tantas veces que fue imposible enumerar tus desvelos por mis caprichos, sin yo darme cuenta y sin que a ti te molestara. Y soñamos juntos, suplicándole calma al reloj para que no rompiera ese momento de delicada fortuna, pidiéndole que siguiera curándonos con esa eficaz terapia. Despertamos con la certeza de que sin abrir los ojos nos bañaríamos en palabras dulces y sinceras, y hoy cambiaría el mar por que sea tu voz lo primero que escuche cada mañana. El sol nos llamó para contarnos a qué sonaba la alborotada tranquilidad del paisaje que cubrió durante horas, y se casó con nosotros a lo largo del día enrojeciéndonos, calentando el asfalto que pisábamos. Nos sentimos, nos besamos en cada bar, una vez por cada cerveza servida. A pesar de avivar en alguna ocasión el huracán de los conflictos internos y de las disputas de dos, y pese a que enunciamos por ello ideas aterradoras y carentes de sentido, nos mantuvimos dentro del distrito que tiene como ley aprender a amarse de la mejor manera. El tiempo se escapó por la puerta de atrás sin avisar, y volvió brevemente a oscuras en forma de kilómetros de más, en los que cayó un aguacero de ganas de alargar los minutos que quedaban para disfrutar de la ternura de mi mano acariciando la tuya.

lunes, 10 de marzo de 2014

Volver a respirar.

La urgencia de los besos sin tregua es el claro reflejo del vacío que dejan si se ausentan, aunque sea por poco tiempo. Y mientras estos se suceden nosotros nos dejamos llevar, volviendo a tejer el fino hilo que se rompió, para convertirlo en una gruesa tela que limpie los restos de sangre que deja una guerra terminada. Y ahora perseguimos el sol entre calles, trenes y gente, y sin embargo sólo existimos nosotros y aquello que permitimos que nos acompañe: un arpa, una guitarra, nuestras voces… Y aunque todo conduce al incierto futuro, hemos dejado de imaginar un mañana para vivir cada puesta de sol como si ardiera el mundo cuando dejamos de vernos.
Toda una vida por delante para aprendernos hasta el número de veces que parpadeamos en un día, para comprobar si navegan otros barcos por nuestro mar que se ahoguen en las tempestades, para perdonar, para que me arranques bailes en plena calle o en la soledad compartida de tu habitación. Pero hoy no debemos tener prisa si no es para desnudarnos, ni siquiera tenemos que apresurarnos para volver a colocar este alboroto que provocamos con mil cristales rotos en nuestro interior.
Seguiremos recorriendo los rincones de Madrid, y amaremos sin querer hasta el canto de un pájaro que tuvo la suerte de volar a nuestro lado, porque el amor se contagia y se expande hasta los lugares más recónditos de este mundo tan falto de ese sentimiento. Y cada noche esperaré que me descubras nadando en tu vaso de ron, sin otra intención que la de ser la parte más grande de ti. Nos dolerá la mirada de no vernos, mientras yo me refugio en los restos de tu olor en mi piel, y tú sueñas con que duerma a tu lado.
Cada abril será una tregua, una pausa para echar la vista atrás y reescribirnos sin puñales y con rosas, una por cada objetivo conseguido, y llenaremos así la casa de primavera. Y sin hablar sabremos que la primera cerveza en un día pintado con tres colores fue la decisión más acertada que hemos tomado hasta hoy. Nos rescatamos de previos intentos fallidos de estabilidad, y hemos llegado a un presente en el que estamos cambiando nuestro escenario para desenvolvernos mejor, para medir la longitud de la ternura, para darnos el gusto de escuchar cómo respira el cuerpo que somos capaces de acariciar hasta sin tocarnos, cuando nos contemplamos con los ojos impacientes por volver a encontrarnos.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Lo que cuentan tus ojos.

"Ella me sorprendió cuando yo la esperaba entregado -para el agrado de ambos- a una de sus pasiones, la lectura. Sentí su presencia cuando llevaba unos segundos mirándome maravillada por la imagen que estaba contemplando su verde mirada. Tras un beso breve cogí su mano para caminar, y poco importaba hacia donde nos dirigiéramos. Hablé entusiasmado de detalles sobre mi nueva vida, con la certeza de que todas mis palabras serían de su agrado. Ella escuchaba paciente y distante a la vez, mientras entrábamos en diferentes establecimientos sin encontrar lo que buscaba. Y no me importó, porque cuanto más tardáramos en encontrarlo más se prolongaría ese paseo que me concedía un tiempo precioso para transmitirle mi ilusión por cada cosa que trato de cambiar. Y cuando llegamos a casa con las manos aún entrelazadas me dispuse de inmediato a complacerla con detalles, y junto a ella puse las primeras piedras del majestuoso castillo que será nuestro futuro. Y perdí la cuenta de los besos que me negó, y de las pequeñas puñaladas de rencor que salían de vez en cuando de su boca, porque sabía que no tenía intención de causar daño alguno, y porque lo único que me importaba era que ella estaba allí, a mi lado. Seguí después sus pasos hacia la despedida, regalándole un pedacito de mi amor en forma de dulce porque sé de qué manera le pierde el chocolate, y de nuevo tomé su mano para dejarla donde había aparecido unas horas antes. Y entonces fue ella la que habló con admiración de todo lo que había aprendido a lo largo del día, me hizo preguntas, me dio respuestas, y disfruté más que nunca de todas y cada una de las palabras que pronunciaba. Removió por unos minutos nuestro dolor por mis errores, aunque eso solo sirvió para estarle más agradecido. Pero la noche culminó con la melodía de su risa, esas carcajadas sinceras que verdaderamente echaba en falta, casi tanto como su olor. Me besó al despedirse como había prometido, y yo la correspondí con cien besos más, lentos y suaves, porque no pude parar de saborear esos labios que llevaba sin probar lo que para mí era una eternidad. Acaricié su rostro sin prisa, pensando una vez más que no podía dejarla marchar nunca. Y sin embargo me deleité con sus pasos cuando se alejaba de mi, mientras yo empezaba a contar los minutos para tenerla de nuevo entre mis brazos."

domingo, 2 de marzo de 2014

Para un desconocido.

El reloj se ha detenido en un momento en el que mi mundo está patas arriba, en el que me tortura una actuación que tú considerabas magistral pero yo jamás creí, porque te inventaste un guión que yo ya me sabía de memoria. Y sólo quiero que acabes con esta sensación de irrealidad, quiero que terminen tus mentiras que como balas me atraviesan sin que tú apenas pestañees; quiero que dejes de decir que ya no tienes nada que perder, porque no eres tú el que más está perdiendo. Necesito que pare esta guerra, necesito poder dormir,necesito saber dónde se rellena un depósito de lágrimas agotado. Pero sigues metiendo el dedo en la herida, abriéndola en vez de dejarla cicatrizar.
Y no puedo más. Porque las palabras son siempre la salida, pero deben estar bañadas en una verdad limpia. Y si tus repetidas frases apenas calan en mi interior porque no puedo creerte no sé qué nos queda. Quizá no nos quede nada. Quizá sea absurdo que aún desee fervientemente que luches por recuperar lo que perdiste. Es incoherente, sí, porque me estoy ahogando y todavía tengo la esperanza de que me rescates, de que recojas mis pedazos y me devuelvas todo lo que me has robado, de que cures cada una de las puñaladas.
Así que mírame a los ojos de nuevo y deja de ser un cobarde, confiesa, al menos hazlo porque si aún tienes sangre espero que te incomode saber que habría puesto la mano en el fuego por ti sin pensarlo y hoy no doy nada. Hoy no puedo apostar por ti, porque me has dado por hecho, porque aún perdiéndome has sido capaz de seguir ocultando. 
Desearía que el corazón no hablase, porque la razón no deja de gritarme que ya no mereces la pena, que no eres quien creía que eras, que me equivoqué, que estoy pagando el precio por algo que antes de mi te destrozó a pesar de que supe curarlo, que no puedo volver a confiar en ti. Y sin embargo no dejo de darte oportunidades para que vuelvas, para que rectifiques y me demuestres con hechos que puedo creer de nuevo en ti. Porque en lo más profundo de mi ser deseo que lo hagas.