jueves, 2 de agosto de 2018

Suelo

No sé qué aspecto tiene.
Acaso parches de girasoles
en faldas raídas sin permiso.

Es el dolor entre costados,
el calor entre caderas.
Es la soga en las cuerdas vocales,
las llagas en los dedos.
Muere en el silencio de una radio rota,
atrapada en telarañas de preguntas 
privadas de réplica.

Quizá sea esa playa que sueñas
o un arroyo cristalino.
Los hay que no la ven.
A mi me da la vida y me la jode.

Se puede bailar con la mirada.
Uno puede arder porque el tiempo
no deja de correr
y no se deja alcanzar
y aquí no deja de llover
calando el otro lado de una tierra
en la que echar raíces 
es una muerte asegurada.
Una tierra radiactiva.

Hace días tenía un jazmín en el pecho
para recordar que la vida es una vez.
Guardo un borrador con mis argumentos
pero me he quedado ciega. 





jueves, 31 de agosto de 2017

El árbol de la vida





Aletean pestañas verdes
de espaldas al árbol.
Hojas de siete colores, inmortales,
salvando un descuido intencionado.

Veo una película antigua, un carrete quemado.
Una vida atada de pies y manos

si le faltan los sueños
y le sobra el insomnio.

En mis ojos colinas
de lluvia,
del jade que quiso sanar
mi corazón en cuerpo ajeno;
de letras
que forman palabras imposibles,
sentencias de muerte irreversibles,
porque siempre podemos reencarnarnos
     - en nosotros mismos,
        tocar las nubes
        que han cobrado sentido
        y penden del azul,
        de la obsidiana-

Ahora me rima el vestido
con las uñas,
con el deseo
y con el latir.


miércoles, 4 de enero de 2017

Metamorfosis

Cada vez que enciendo la vela
tiembla.
Quizá me tiene miedo.
Quizá ya me conoce.
En el intervalo que hay entre un sueño y otro
me da tiempo a no quemarme por los pelos;
expectante,
por si el siguiente resulta ser un delirio.

El primer escalón fue un farol,
en el segundo me largué,
el tercero niebla,
el cuarto una adición de relevancia mermada.

Por si alguien lo cuestiona
no hay nada cautivador
en deambular entre nadies
haciendo historia de cuentos
que lejos quedan de los de hadas.
Y entre mis costillas
hay espacio suficiente para seguir almacenando
objetos perdidos,
robados,
regalados.

Fui a instruirme
y los cuadernos se llenaron de garabatos.
No sirven los apuntes para la introspección.
El camino terminó en una valla de alto voltaje.
Bienvenida electricidad,
demos sacudidas a todo el que se acerque.
Sin maldad, lo prometo.

Nunca temí a la serpiente.
De hecho creo que la amé.
Y cualquiera lo haría si aprendiera su lengua.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Cosquillas.

Prueba a llamar a la puerta. 
Nadie abre,
pero era urgente que sólo yo tuviera la llave
a pesar del margen de error
¿No?
Nadie contesta si no alzo la voz
pero es mi silencio y lo rompo si quiero.
¿será que sólo solos somos nosotros?
Será, no sé; 
he mudado la piel.

Invadía todo el espacio, 
parecía hacer una obra de arte
de este desastre emocional.
Pero siempre he odiado los finales felices
y mi propio libro no se salva de ello.
Con lo que detesto no tener el control
me las he arreglado para dejar el timón 
en manos de un pirata.
Lo he soltado, sin pensar,
-virtud que no dejo de desarrollar últimamente-
y el barco se ha dirigido
al puto ojo del huracán. 
Y no puedo más que observar;
soy yo quien conduce.

Lo que reprimimos tiende a explotar,
y nunca sabes quién va a salir ardiendo.

Aun así voy por buen camino;
tambaleándome,
sin ver,
pero hago lo que puedo.
Ojalá mecanizarme también,
es menos agotador que recoger pedazos
a cada paso,
    a cada paso,
        a cada paso.
A pesar de todo(s) merece la pena. 
Como afirmación.

Postdata:
Ya verás 
-y veréis-
como no somos tan distintos.
El viento, aunque incomode,
sopla las alas de todos los pájaros
y tú y yo,
al fin y al cabo,
somos dos más.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Volar

Aquí sopla el viento.
Está despeinando las hojas
pero no se caen,
retando al otoño a un duelo,
haciendo oídos sordos a su "ya he llegado".
Ya ha llegado.
¿Lo oyes?

¿Me oyes?


Sé que sí.

Sé que me besas de dentro hacia fuera,
y sé que nunca antes habías llamado a gritos al invierno,
que ansías el calor de diciembre,
que enero andará en la cuerda floja.

Aquí sigue soplando el viento.

Aúlla.
Ha hecho volar todas mis intenciones,
me ha alborotado el pelo
y así me quiero mucho más.
También ha mordido tu imaginación
Y la mía.
Por eso te veo, a lo lejos,
metiendo el sol en un sobre.
Lo vas a necesitar,
pero lo envuelves, entusiasmado,
para mandarlo al escenario de tus pesadillas
que cada día
-confío-
te asustan un poco menos.

Te espero al otro lado

en la que será de mis palabras favoritas;
esa que ya no detestas tanto,
esa que aprenderás a querer.
Te espero aquí.
Te espero siempre.






martes, 29 de marzo de 2016

Palabras.

No tengo palabras. No me quedan. Se deshacen. Vierto en tus manos todo lo que soy. Arden cataratas de  escalofríos, y no hay muro que quede en pie. 

Y el mundo no deja de girar y nada de lo que haga tendrá sentido hasta bien entrada la noche, cuando cuentes hasta diez y me haya dormido a tu lado. 

Yo con algún roto de no saber qué darte, y tú feliz, haciendo remiendos con poco más que unos cuentos infantiles. 

Aún así no existe nadie hecho solamente de virtudes. Por suerte. Porque es entonces, cuando asoma la oscuridad, que me dejas devolverte la vida que me has dado. 

No tengo palabras, y aún así, cada frase que formule será tuya.

jueves, 4 de febrero de 2016

Calma.

Imaginación,
grave,
en el mejor de los sentidos,
en contra de todas las reglas gramaticales. 

Nunca se agota la vida, el deseo. Nada es temporal. 
Por el momento. 

Pero
hasta la generosidad puede morder si la miras de cerca.

Y entonces sí.
Sí que confío en una mano acariciándome el pelo
como si fuera a envejecer si no lo hace.
Como si el frío sobre mi cuerpo
le arrancara el oxígeno.
Como si una luz apagada
fuera aire
directamente inyectado
a sus venas.

Y parece que el sentido se ha perdido,
por más que grito no regresa,
pero siempre estás tú, amor,
trayéndolo de vuelta.

Ese es el secreto. Lo revelo y sigue siéndolo. Ese es el secreto.