miércoles, 4 de enero de 2017

Metamorfosis

Cada vez que enciendo la vela
tiembla.
Quizá me tiene miedo.
Quizá ya me conoce.
En el intervalo que hay entre un sueño y otro
me da tiempo a no quemarme por los pelos;
expectante,
por si el siguiente resulta ser un delirio.

El primer escalón fue un farol,
en el segundo me largué,
el tercero niebla,
el cuarto una adición de relevancia mermada.

Por si alguien lo cuestiona
no hay nada cautivador
en deambular entre nadies
haciendo historia de cuentos
que lejos quedan de los de hadas.
Y entre mis costillas
hay espacio suficiente para seguir almacenando
objetos perdidos,
robados,
regalados.

Fui a instruirme
y los cuadernos se llenaron de garabatos.
No sirven los apuntes para la introspección.
El camino terminó en una valla de alto voltaje.
Bienvenida electricidad,
demos sacudidas a todo el que se acerque.
Sin maldad, lo prometo.

Nunca temí a la serpiente.
De hecho creo que la amé.
Y cualquiera lo haría si aprendiera su lengua.

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