sábado, 31 de mayo de 2014

Escritos de posguerra.

Cada viernes soy
-por la noche-
un árbol al pie de un volcán
en erupción,
y la lava
hace estallar mi cuerpo
en llamas.

Cada viernes eres
-por la noche-
un caballo tirando
de las ganas
de que crea
en ti
y de la impotencia
de que no sea
así.

Cada viernes somos
-por la noche-
dudas amarradas
a un muelle de papel,
libros rotos,
un cartel de advertencia:
"Cuidado, alta tensión",
dos cuerpos suicidándose,
cayendo
al fuego
de la ira descontrolada.

Pero
después,
el sábado soy
-por la mañana-
un pájaro de vuelta 
a su nido,
la marea cuando baja,
alguien que asesina
al color gris
de las nubes de tormenta.

Después
el sábado eres
-por la mañana-
arena fina,
vidrio frágil,
alguien que celebra
la muerte
de ese maldito
color gris.

El sábado somos
enredaderas,
una bandera blanca
de rendición,
aguja e hilo.
De nuevo
somos
nosotros.

Y juro
que me estrellaría
cada noche
contra cualquier guerra
para poder escribir
al día siguiente
desde esta paz,
para esta paz,
por esta paz,
sobre esta paz.




domingo, 18 de mayo de 2014

Después.

Qué hacemos con el monstruo bajo tu cama, que trepa por tu espalda cuando despiertas y te araña la piel, y me araña el alma. Responde al nombre de cobardía. Y no sé a dónde llevan tus palabras cuando carecen de sentido, cuando hablas sin pensar, y cuando piensas callando.Y ahora cómo voy a prometer que bailaré al fin y al cabo, un verano en tus manos o un invierno en tu boca. Resuenan los acordes de tu risa en las paredes de mi pecho, y aún no encuentro respuesta para tu ausencia de principios, para tu vacío emocional. Hay mucho camino por andar, aullarás a la luna y le suplicarás que deje de devolverte una mirada que no es la que buscas, no es la que te falta. La vida siempre ofrece lecciones sin interpretar, para que escojas cómo encajar los golpes. Mientras, Andrés canta en mi habitación. "Cuídate, nos debemos la vida", como si nos conociera. Como si supiera de tus cafés solos, de tus susurros, de tus lunares. Como si supiera de mis debilidades, de mis ganas de guerra, de mis despertares. Me pide que vuelva, cuando tengo que estar sola, probar el egoísmo, saborearme detenidamente. En eso consisten mis días tras dejar de navegar hacia tierra firme. Ahora hay tormenta. Pero lo cierto es que la luz cada vez entra con más intensidad por mi ventana, para bañar en claridad mi habitación, y a mi con ella, para dar una tregua al dolor. Me ha regalado una balanza. Sólo tengo que comprobar hacia dónde se inclina.

martes, 6 de mayo de 2014

Fragmento de una historia.

“Solía pensar
en su facilidad
para
convertir
un momento 
corriente
en algo 
extraordinario.

Simplemente
con que mi cabeza 
reposara
sobre su vientre
–liso, fuerte, perfecto-
veía el mundo
desde una perspectiva
fascinante,
y el techo
de su habitación
era
desde ahí
un hermoso paisaje.

Cada calada
sabía distinta,
llevaban
un pedacito
de las horas
que acabábamos de compartir,
con un toque
de incierto
y excitante
futuro.

Nuestras bocas
hablaban
de todo y de nada,
sedientas de palabras
que dieran algo de sentido
a la demencia
que conllevaba
una pasión tan intensa,
relamiéndose
por el sabor que dejan
siempre
aquellas cosas
que nadie sabrá
 jamás.

La tarde voló,
la noche
no llegaba,
y entre la confusión
de tanta luz
que entraba por la ventana
estábamos nosotros
pensando con claridad,
dejándonos flotar
en el agua del después.

No había distancia,
ni física
ni mental.

La respiración 
acompasada
era el ritmo
de nuestra canción,
y teníamos
 –y tenemos, y tendremos
tatuada la letra
en nuestras pieles
sin necesidad 
de decirnos
nada”.

sábado, 3 de mayo de 2014

Scarpe rosse.

Volver y desconocer tu ciudad. Volver, más que con la frente, con el corazón marchito por dejar atrás el lugar en el que andábamos, bailábamos, corríamos descalzos. Volver a nacer con cada globo que volaba disfrutando de su absoluta libertad, como nosotros. Hacer de lo inicialmente ajeno algo tan nuestro que resulta difícil y absurdo plasmar en papel, pero que tendrá siempre su rincón dentro de cada uno de los miembros de este grupo que ya no guarda la distancia formal de respeto. Disfrutamos como niños de un breve periodo de tiempo que sólo puedo definir como mágico, y ahora no queda más remedio que echar de menos esa suciedad con la que calificábamos a la bella Bolonia, la falta de horas de sueño, el exceso de pizza, la carencia de voz y el escándalo español.

Un hilo nos une de forma permanente, hecho de despertares en una pequeña familia, de bromas inagotables, de escondites, de mambo, de mil idiomas diferentes, y de muchas, muchísimas carcajadas. Abrumados por la emoción de compartirlo todo cada día, para llevar a cabo un espectáculo que hasta el sol quiso ver, dejando marcas en nuestras pieles. La lluvia sólo acompañó a las lágrimas que aplaudían al final de una experiencia inolvidable. El gesto de soltar el globo al aire, la delicadeza de la unión entre hilo e hilo, la fuerza de la tela de araña, el verde impactante del ácido, la intensidad del rojo de los zapatos… Cada detalle gozaba de una importancia única, y todos los colores y los movimientos han quedado grabados en la retina.

La lista de agradecimientos a todas las personas que pusieron su granito de arena para que nos quedásemos con el delicioso sabor del teatro italiano es interminable, y recuerdo con ternura cada detalle que me hizo sonreír. La hospitalidad, la atención, ignorar qué es la vergüenza, encontrarse cómodo en un ambiente que desbordaba naturalidad, o acatar órdenes de una voz cercana -y nunca autoritaria-. No acabaría jamás si tratase de retratar cada escena que me conmueve cada vez que la evoco. Así que sólo me queda daros las gracias, a todos y cada uno de los que habéis formado parte de esta maravillosa vivencia.


Semplicemente grazie.