lunes, 1 de septiembre de 2014

Exceso de calor.

Los ciento veinticinco caballos
galopaban desbocados 
deseando dejar atrás
el duro asfalto de ciudad 
y,
sin querer, 
los días han corrido
casi tanto como ellos.

De vuelta a la dureza

de un colchón desierto,
como si las veinticuatro horas
vividas treinta veces
hubieran sido una mera fantasía.

Se me seca la piel

de no rozar la tuya al acostarme.
Evocar tanto que nadie sabe,
aun sin querer,
hiere más que cura;
como si de un sueño borroso
se tratase cada noche.

El tiempo huele a fortuna

o a desazón 
según dónde decida uno perderlo.
Personalmente hoy saboreo más
una escuela cerrada 
que mi ventana abierta. 


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