sábado, 18 de octubre de 2014

Dama de día.

El sol todavia está bostezando cuando él se levanta de la cama para liarse a puñetazos con el lunes. Aunque en cierto modo se hace más llevadero con un café y una voz femenina que le recuerde que si se va la luz le encenderá un millón de velas. Y así recurre durante cinco días a su fuerza y su precisión, porque nadie más se rasga las manos para poder regalarle el mundo a otra persona.

Llega el quinto a su fin, con las súplicas de una y las réplicas del otro, que sólo están a dos letras -y a dos besos- de distancia. Ya lo dijo ella una vez, borracha como una cuba: la noche es como el toreo. Más de uno sabrá de lo que hablo.

El sexto es más llevadero, hasta que la luna les sorprende y se asoma a reírse en su cara y a escupir dudas a sus ojos cansados. Dudas, dudas, dudas. Tan delgadas que caben por cualquier ranura si te dejas la puerta entreabierta. Así, sin escrúpulos, se presentan y torturan a la confianza hasta que esta se vuelve loca.

Y después el séptimo, que firma un tratado de paz con las almas de ambos. Y es que al final ella desea mirarse en sus ojos toda la vida, porque se ve más bonita que la risa de un niño; y él teme que se desvanezca si no la besa lo suficiente. Así que, en realidad, son dos que son uno, que han aprendido a base de golpes y caricias, y que han decidido no contarle a nadie sus secretos. 

Antes callaron con las mismas palabras a distintos oídos, pero sin certeza alguna asomando en cada sílaba. Hoy hay tanta certeza como cerveza en la nevera, y no hace falta ensuciarla con palabras.

Si algun día alguien os revuelve del mismo modo el estómago y las sábanas, no dudéis en dejar que conozca cada milímetro de vuestra mirada, en todas sus versiones. Y seguro que ansiará anidar en vuestra garganta. 


PD: Ella seguirá llorándole a las doce porque es tarde y no puede dormir. Y él deseará ser siempre su boca tranquilizadora. Y se disiparán las dudas como lo hace la niebla. 


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