lunes, 10 de noviembre de 2014

58.

Ayer cogí a la luna del cuello 
para que me confesara de una vez
por qué algunas veces nos mira durante un segundo
y otras parece la eternidad.

Le pregunté por las camas vacías de otro cuerpo,
por las faldas y las frentes cortas.
Le pregunté por qué vivía en la noche
    tan pasional
    tan peligrosa
    tan extrema.
le pregunté que si creía en el amor
en la guerra y la paz alternándose
    en un metro treinta y cinco de ancho
    y uno noventa de largo,
en las diferencias entre seres humanos,
en los errores que cometemos en la vida
    y en la vida que no sabe qué es un error
    aunque los escupa a todas horas.

Le dije que yo no quería juegos
que había venido al mismo lugar
con la misma compañía
para beber azúcar en San Francisco,
que me daba igual piña colada
que cóctel molotov
cuando a mi ya me estallaba 
el alma de alegría

Así que se quedó quieta
mirándonos bailar
en un suelo irregular
acompañados por la soledad
solos en compañía
pero siempre dos.

Y cuando me cansé la mandé a dormir
que el siguiente capítulo
estaba censurado.




Alguien en un sexto piso
durmió de felicidad,
murió de sueño,
se emborrachó de piel,
se bebió las caricias.



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